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viernes, 22 de marzo de 2024

De tango en tango



Yo le tenía aprecio al Muñeco hasta que se levantó a una piba que había salido conmigo a los veinte, por eso tuve que armar bien el asunto para que no desconfiase. Le dije que el sábado fuera a la milonga del Alto. Yo le debía un vuelto por el afano del camión de bicicletas y sabía que frecuentaba a las minas de la zona, porque lo había visto amartelado con más de una. Le gustaba sacarle lustre al piso con el 2x4, siempre bien empilchado con saco cruzado y el lengue blanco al cuello. Fue el Topo Juárez quien me batió en los 60 que se había levantado a la Pichi, que por él me había largado y eso apuraba el trámite. 
Desde afuera lo vi bailando con la tanita de la mercería, con esa pinta, no se le iba a escapar una piba tan linda. (La Pichi ya había pasado a la historia para él, no para mí a pesar de los años). Le hice una seña desde afuera por la ventana del club: No podía dejar la moto en el baldío de la esquina porque uno nunca sabe… Salió al toque, sin arrugar y caminamos un trecho hasta que  tropecé a propósito con una raíz para quedarme atrás. Ahí mismo cayó redondo al primer disparo y me acuerdo que desde el parlante lloraba un bandoneón cuando rajé para el centro.

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