Tus alumnos se han quedado perplejos, Vicky, cuando cambiaste intempestivamente el
hilo del discurso. Un catálogo de Botánica, abierto en plena conferencia de Antropología es un hecho fuera de lo común, pero como la clase está por terminar, nadie se atreve a interrumpirte y concluyes tu tarea con naturalidad, aunque has desalojado sin miramientos de tu exposición varios pueblos amerindios que te envían señales de humo desde el fondo del programa. Sales del aula bajo la complicidad de los murmullos y sientes como flechas las miradas que te siguen por el pasillo. Sin embargo no te molestan porque estás contenta, a pesar de que desconoces el motivo. Todavía ignoras que el titular de la cátedra se ha enterado esta mañana de que esa irregularidad se repite con frecuencia desde hace algunos meses y con mucha discreción, porque no quiere fastidiarte ni intervenir directamente en el asunto, ha delegado esa responsabilidad en Estefanía, a la que te unen las relaciones de trabajo y una amistad de muchos años.
No te
sorprende lo que te dice; ya lo has notado en otras oportunidades. Es verdad,
pero no te das cuenta: una voz habita en ti e impone las palabras, es otra
voluntad la que decide tus actos y provoca esa dispersión. Todo esto comenzó el
día en que encontraste los fósiles de la tortuga. Sonríes ante la sorpresa de
Estefanía que hace un gesto teatral: ¿Acaso, Vicky, desvarías? ¿Qué pasa con la
tortuga? Entonces le cuentas tu experiencia en el cementerio de
caracoles, sobre esa playa que no tiene acceso a los turistas donde
descubriste el caparazón con la imagen de un dios vegetal. Describes los
abanicos de hojas, la fronda y el tronco de un árbol que invaden un rostro y un
cuerpo de hombre. Estefanía te ha escuchado atentamente, aunque de
a ratos mira su reloj, el tiempo la abruma, pues su hija sale a las cinco del
jardín de infantes, no puede demorarse mucho más:¿la perdonas?, ahora no es
como antes cuando estudiaban juntas… No obstante, escucha con paciencia hasta
el final la anécdota de los pescadores que se burlaban de tu excesivo interés:
los restos óseos abundan en la playa, son regalos del mar.
Estefanía
te ha recomendado que veas a la bahiana. Es una experta en mitos y podrá
asesorarte en lo que quieras. Después le contarás en la facultad… Buscas
a Charo por la rambla, en el verano atiende uno de los barcitos de la costa.
Ahora –te cuenta ella- está de vacaciones, pero notas que en realidad es la
época en que más trabaja. Mucha gente la visita, y puede estudiar en el rostro
de cada consultante los misterios de la secta en la que oficia como medium. Te
distraes con las contorsiones de la adivina en el centro de una ronda de
mujeres vestidas de blanco. Un mundo distinto del tuyo, animado por presencias
y duendes invisibles te invade desde el frenesí de los tambores. ¿Qué haces
allí? Sientes cierta inquietud ante el delirio de los que bailan y rechazas las
vibraciones telúricas. Desentonas en ese universo mágico que no armoniza con tu
rigor intelectual. Tanto racionalismo es un escollo para las fuerzas extrañas
que te rodean y quieren expulsarte del lugar porque las estorbas desde
tus anteojos y el prolijo peinado con hebillas. Sientes que te golpean,
que urden venganzas en las sombras o maquinan trampas contra tu pensamiento
objetivo.
Quieres
escaparte, pues te sientes turbada por la emoción desbordante de la
gente frente a los retratos de sus seres queridos. Charo mira las fotos, baraja
los naipes y echa suertes con tejos de hueso, trazando curiosas geometrías que
atrapan tu razonamiento. Te acercas a la puerta, pero la mujer te ataja con una
sonrisa en el preciso momento de la fuga y te invita a entrar.

La voz de
Estefanía del otro lado del teléfono tiene un dejo de burla: ¿Te estarás
transformando en planta? Y piensas de inmediato que quieres olvidarte
de todo menos de tus helechos, han crecido mucho en los últimos meses… Si
estuviera Claudio le preguntarías… ¡Sabía tanto sobre esas especies!… ¿No sería
mejor desprenderse del fósil? Ya encontrarás la forma de salir adelante. Tu
mismo destino te ha enseñado a ser fuerte… Tapas el caparazón con un pañuelo,
hoy no quieres soñar con el dios. Desde hace un tiempo tus noches son iguales:
cierras los ojos y te ves en el interior de una cabaña que se apoya en la copa
de un árbol como otro nido más. El numen te visita en sueños, hasta percibes su
fragancia vegetal como si te hubieras dormido con una pastilla de menta.
Piensas en Estefanía que duerme plácidamente y en Charo que te espía desde ese
mundo onírico que te resistes a aceptar. No tienes otra alternativa que
recurrir a ella; te vistes apresuradamente y la encuentras despierta mirando su
castillo de naipes y espejos mágicos.
Ni
siquiera se sorprende con tu llegada. Elogia tu cabello alborotado y admites
que estás más sugestiva con el pelo suelto y sin los lentes. Pero no has ido
allí a escuchar elogios, ya te han mareado con piropos en la calle.
Necesitas liberarte del dios, su presencia cambia tus hábitos, interrumpe tu
soledad. Charo se encoge de hombros y te aconseja que no te desprendas del caparazón:
es tu talismán y te protege.
Resuelves
descartar a Charo definitivamente. Por la mañana entras en una iglesia y te
confiesas. El sacerdote se sorprende por tu inquietud. A él le encantaría soñar
con plantas, son tan necesarios los espacios verdes… Te quedas finalmente con
la sugerencia de Estefanía: ¿Y si viajaras a la Argentina? Te conviene tomarte
vacaciones, aunque la psicóloga te advierta que no debes encubrir el problema y
desentierre Edipos y Electras que te presionan desde un pasado insistente. No quieres
saber nada con la mitología, tienes bastante con tu numen protector. Te estás
acostumbrando a su presencia y de tanto e tanto lo buscas a través del espejo
en el fondo de tus rasgos. Finalmente decides viajar y te vas a Bariloche.
La nevada
te sorprende en pleno bosque, y buscas refugio en la cabaña de troncos que
descubres detrás de pinos y araucarias. Antes de que te abran la puerta reparas
en la tortuga que te observa con atención desde un soto que se desborda en
rojos y dorados.
A Estefanía la emocionas con tu llamada telefónica después de dos semanas: has conocido a alguien muy importante en la Patagonia, es ingeniero forestal y años atrás trabajó con tu hermano de guardabosques en la misma región, te reconoció enseguida por el parecido, el suponía que Claudio había regresado a Brasil, no se había enterado de que viajaba en el avión que cayó hace siete meses en el Amazonas.
A Estefanía la emocionas con tu llamada telefónica después de dos semanas: has conocido a alguien muy importante en la Patagonia, es ingeniero forestal y años atrás trabajó con tu hermano de guardabosques en la misma región, te reconoció enseguida por el parecido, el suponía que Claudio había regresado a Brasil, no se había enterado de que viajaba en el avión que cayó hace siete meses en el Amazonas.
Un extraño duende invade el pensamiento racionalista de una profesora...
ResponderEliminarMe gusto la rencarnacion.
EliminarMe alegro mucho.
ResponderEliminareste es especial para mi...el amor fraternal para lograr la felicidad en la vida!!
ResponderEliminarEse cuento me gusta especialmente, le tengo cariño, y es dulce como vos.
ResponderEliminar.